El título elegido, “Ruinas y estragos” se refiere a unos versos (212 a 221) de la soledad primera de Luis de Góngora y Agote. Para el autor, una representación de la vida y la muerte. Las ruinas ejercen una atracción. Las ruinas ejercen una atracción sobre mí, como lo hizo hacia los románticos y agradan cuando menos a cualquiera que las contemple. Decía Diderot que eso se debe “al paso del tiempo”, la disolución del pasado.., que nos recuerda la sentencia de Heráclito: “todo pasa y nada permanece, nada es”. Realmente, nada es, sino que “está siendo”, algo muy distinto, como se explica en el diálogo Parménides. Y lo que está siendo, lo está entre la vida y la muerte. 

Aunque no seamos conscientes de ello, vivir, para la criatura humana pensante, es el resultado de una elección, no solo un imperativo biológico, el resultado de la generación de un individuo. Pero, en algunos casos, esa elección se hace mas sensible. Lo es cuando la muerte ronda al ser en edad temprana, y este, sometido a su siniestro y brutal acoso, tiene que elegir a cada momento: vivir, seguir en la batalla, o morir, descansar. Si elige la vida, siempre lo será con la amenaza de la muerte que, aun cuando abandona el acoso por haber cambiado las circunstancias, sigue presente en el recuerdo como una amenaza. Y puede que, algún día, cansado de la lucha que en su caso implica elegir la vida, llegue a considerar la opción de elegir la muerte, abandonándose a sus frios pero acogedores brazos.

Las ruinas son lo que queda de lo que antes fue. Viven, pero la vida causó en ellas los estragos que apenas permiten reconocer lo que fueron, pero que se yerguen dignamente adornadas por la experiencia, la sabiduría y la bondad que ilumina, recuerda y acoge tiernamente a las vulnerables criaturas humanas.

Aquellas que los árboles apenas Dejan de ser torres hoy, dijo el cabrero Con muestras de dolor extraordinarias, Las estrellas nocturnas luminarias Eran de sus almenas, Cuando el que ves sayal fue limpio acero. Yacen ahora, y sus desnudas piedras Visten piadosas hiedras, Que a ruinas y estragos Sabe el tiempo hacer verdes halagos.