La clase trabajadora ha perdido su identidad, sumergida en el Estado mercantilista. Pero, víctima de la insoportable desigualdad de los excesos neoliberales, forma nuevas mayorías nacional-populares por su empoderamiento y gobernanza de lo común arrebatado y regalado a los insaciables especuladores y acumuladores de riqueza estéril. Casi siempre, con el estupor y el malestar de una izquierda burguesa, acomodada y adaptada a la esclavitud de la utopía mercantilista.